Por: Alexandra Petrovic Jimenez
¿Se puede aprender a ser feliz?, esta ha sido una de
las grandes interrogantes de la vida desde que el hombre tiene conciencia sobre
la tierra, ¿cómo sentirse bien? y ¿cómo perpetuar ese sentimiento de
bienestar?, muchas son las posibles respuestas y la prácticas que suelen
llevarse a cabo en pro de ser y hacer felices a los que amamos, en los últimos
años se ha experimentado y buscado una posible explicación científica del
estado de felicidad y se ha encontrado que la ciencia y la felicidad si tienen
relación, si se puede “enseñar” al cerebro para ser más felices.
Por lo general cuándo se le pregunta a alguien que
significa ser feliz, la respuesta tiene que ver con la convención social de la
necesidad de tener “salud, dinero y amor”, ¿pero son estas cosas realmente la
clave de la felicidad?, el Dr. Martín Seligman habla sobre esto y otros
aspectos relacionados al tema en una entrevista que le hiciera Edward Punset en
su programa Redes en julio del 2013, este corto ensayo pretende analizar a
groso modo algunos de los puntos más resaltantes que se exponen en dicha
entrevista a fin de conocer cómo “sacarle provecho” a ciertas capacidades que
tenemos y aplicarlas para llevar una vida más placentera, además de comprender
como ser más feliz nos facilita el aprendizaje.
Según Seligman, psicólogo de la Universidad de Pennsylvania,
se puede aprender a ser feliz siendo optimista, sin embargo, la facilidad de
empuje y de sobrellevar las cargas no es igual para todas las personas, no
todos tienen la misma capacidad de resiliencia ante las etapas traumáticas de
la vida, aunque se puede entrenar para ser felices tomando en cuenta que es
importante potenciar nuestra parte hedonista haciendo cosas que nos
proporcionen placer, cultivar las aficiones que nos satisfacen de manera
personal como practicar relajación, hacer deporte, comer sabroso, leer, todo
depende de lo que cada cual considere placentero, hacer lo que nos gusta solo
por el placer de hacerlo hace que la persona se sienta plena, buscar un sentido a la vida, pertenecer a un
grupo, sentirse parte de un todo más grande, tener una vida con sentido, como
diría Rick Warren vivir “Una Vida con Propósito”, saber que somos útiles a un
designio y un plan mayor proporciona satisfacción.
“La noción de felicidad es científicamente imposible
de concretar”, pero puede descomponerse en tres elementos que son
científicamente cuantificables: 1. Vida de placer: emociones positivas, reír,
buen humor, relaciones afectivas. 2. Vida comprometida: amor, trabajo, familia,
hijos, amistades, estar inmerso en algo que nos comprometa y fluir con ello,
crecer, y 3. Sentido de la vida: saber cuáles son nuestros puntos fuertes y usarlos para “pertenecer” en
pro de algo más, vida con significado como ya antes se mencionaba.
La felicidad entonces poco está relacionada con las
convenciones sociales de salud, dinero y amor, afirma el catedrático que, el
dinero por ejemplo, puede en parte potenciar la felicidad en los casos en que
hay pobreza extrema, podríamos relacionar este punto con la pirámide de Maslow,
recordando entonces su propuesta en cuanto a que el hombre se irá realizando a
medida que tenga sus necesidades primarias cubiertas, de modo que valla en
busca de las que se encuentran en el según plano de la pirámide y así
sucesivamente, las necesidades primarias como salud y alimentación no se
encontrarían satisfechas en casos de extrema pobreza, pero al estar compensadas,
el dinero que “sobre” no hará la diferencia en el nivel de felicidad ni en su
permanencia en el tiempo.
También se ha dicho que el ser feliz está dado en
buena medida por los genes, sin embargo no lo es tanto, pues estos son
responsables entre un 25% y 50% de la habilidad para ser felices, pero el otro
50% lo pone cada quién.
El cerebro tiene la increíble capacidad de ser
flexible, plástico, cambiante, de aprender y de regenerarse creando redes
neuronales que potencian ciertas habilidades, ¿porque no aprovechar esta habilidad
desarrollando las áreas que nos proporcionan salud mental y bienestar,
aprendiendo de las malas experiencias y practicando aquellas que nos dan
sensaciones agradables, como pasar tiempo de calidad con nuestros seres
queridos?
La esperanza y el optimismo nos protegen de los
infortunios, y aunque nuestra percepción es subjetiva, el conocer nuestros
puntos fuertes y aplicarlos al trabajo o la familia nos hacen obtener más compromiso, de hecho se dice que esta es
una de las formas de superar un trabajo que no nos gusta, precisamente
reforzando esos puntos fuertes y usándolos con la gente a quién se quiere.
Hay que recordar que las emociones están
en las zonas más primitivas del cerebro, ellas forman parte un sistema de guía
para el organismo, ¿qué pasa a nivel físico cuándo somos felices?, la
pituitaria y el hipotálamo segregan endorfinas que producen analgesia y
bienestar, están también implicadas en la sensación de hambre, hormonas
sexuales y estado inmune (previenen enfermedades); estimulan la producción de
dopamina que es la encargada de fortalecer la sinapsis cerebral y con ellas se
multiplican las redes hebbianas regenerando el cerebro y fijando los
conocimientos en la memoria a corto, mediano y largo plazo; el cerebro produce
endorfinas en respuesta a las sensaciones agradables así que practicar lo que
nos gusta ayuda a que nuestro cerebro sea más positivo, todo esto por supuesto
facilita la adquisición de conocimientos y el aprendizaje, el cerebro está en
constante cambio incluso cuando reposamos, la clave está en reforzar aquellas
experiencias que nos hacen felices, literalmente la felicidad atraerá más
felicidad, y el aprendizaje atraerá más aprendizaje, se desmiente aquella
máxima anticuada que decía que “la letra con sangre entra”, no es cierto, pues dada
la relación íntima entre las estructuras cognitivas y las estructuras
emocionales del cerebro, el aprendizaje se verá reforzado si se lleva a cabo en
un clima emocional adecuado.