lunes, 18 de mayo de 2015

HACER DE LOS NIÑOS GRANDES LECTORES



Incentivar a los niños y jóvenes a convertirse en grandes lectores es una tarea de todos. Ayúdalos a entrar en el mundo de los libros.

DISPONIBLE EN: http://www.educarchile.cl/ech/pro/app/detalle?id=72494

Con mucha frecuencia, los profesores, bibliotecarios y padres de familia se preguntan acerca de la lectura y sobre lo que deben hacer para lograr que sus niños lean. Voy a tratar de dar respuesta a algunas de esas preguntas, no sin antes afirmar que no es posible encontrar situaciones modelo que puedan ser tratadas de la misma manera, y que existen actitudes y comportamientos de los adultos que alejan a los niños y adolescentes de un encuentro enriquecedor con la lectura. Voy a enumerar, también, algunas de estas situaciones.


¿Por qué es importante leer?



Con un riesgo enorme de simplificar, me parece necesario insistir en la importancia de la lectura, pues a pesar de que últimamente se ha hecho conciencia entre padres y educadores acerca de su valor, también se empieza a correr el riesgo de considerar la lectura solo como un instrumento para acceder a las nuevas tecnologías y a la información que éstas ofrecen. Es preciso, entonces, tener claro que cuando hablamos de lectura nos estamos refiriendo no solo a la lectura instrumental con fines comunicativos, sino a la lectura que permite la reflexión, la crítica, el mejor conocimiento de sí mismo y de los demás, el acceso al pensamiento y a la cultura universales.



¿Debo elegir las lecturas de mis hijos o alumnos?



Con frecuencia se afirma que no es conveniente intervenir en la selección de las lecturas que han de realizar los niños y jóvenes, pues esto -se dice- vulnera su autonomía. Si bien es cierto que leer es una actividad que permite reafirmar esta autonomía, también es cierto que la autonomía para la elección está ya socavada por una oferta cultural de baja calidad y publicitada a través de los medios de comunicación. No hay que hacerse ilusiones, pues, acerca de la autonomía que tienen los niños y los jóvenes para elegir libremente lo que leen.



Por el contrario, es conveniente alentar la construcción de esta autonomía y contribuir a desarrollar su capacidad de elegir con criterios exigentes, mediante el ofrecimiento de lecturas de calidad que les permita establecer las diferencias con productos culturales que se ofrecen solo para el consumo indiscriminado. Esto no quiere decir esto que la calidad no pueda llegar a grandes públicos; la calidad no riñe con el éxito ni con la aceptación por parte de públicos masivos. Sin embargo, lo normal es que en una sociedad de consumo, en donde el concepto de calidad para los bienes culturales no es muy claro, se instale la mediocridad.



Desafortunadamente, libros mediocres que no movilicen la inteligencia y la sensibilidad de los menores, no conducen, en la mayoría de los casos, a la formación de lectores críticos y reflexivos, para quienes la lectura constituya un medio insustituible de crecimiento personal.



Para orientarse dentro de la enorme oferta bibliográfica infantil y juvenil, es conveniente prestar atención a la crítica y a la información que suministran algunas entidades que trabajan en este campo, lo mismo que al testimonio de lectores experimentados. Es indispensable, por otra parte, que los adultos se formen sus propios criterios y esto se hace mediante la lectura. Es una verdad de perogrullo: a leer se aprende leyendo, y a distinguir la calidad, también.



Por último, en relación con esta pregunta, sí es muy importante respetar el gusto del niño, no descalificar su elección, ofrecer una variedad de temas, estilos y géneros que respondan a la variedad de intereses de los niños, y entre los cuales ellos puedan escoger.



¿Qué debo hacer para acercar a mis hijos, o a mis alumnos, a la lectura?



Ante esta pregunta, siempre me inclino por responder de manera negativa: ¿qué es lo que no se debe hacer para evitar que los niños pierdan el gusto y el interés por la lectura? Y aquí cabe una larga enumeración, que trataré de resumir:



La primera condición para cualquier aprendizaje es la de tener la seguridad de hacerlo. Por lo tanto, la primera condición para que los niños no pierdan el interés por la lectura es la de mantener este interés mediante el estímulo. Cualquier evaluación que no busque, en forma conjunta y positiva, mejorar las condiciones del aprendizaje de la lectura como una actividad que tiene sentido por sí misma, constituye un elemento negativo. Obligar a los niños a leer en la casa o en la escuela con fines diferentes a los de la lectura misma, conduce a la inseguridad y la pérdida del interés. También es contraproducente pedirles resúmenes, ejercicios y respuestas a preguntas sobre libros que han sido leídos con otros fines, que van más allá de la obtención de información de un dato, una fecha, un nombre.



Muchas veces se rompe la magia de la lectura de un buen libro cuando, a toda costa, se quiere hacer de la lectura un pretexto para una actividad de carácter manual o para sacar provecho para otras asignaturas.



Pero, para responder de manera directa, yo diría que las tareas no son muchas ni difíciles: buscar oportunidades (todas son buenas) para leerles en voz alta, -nosotros a ellos, no obligarlos a lo contrario-, cualquiera que sea su edad, y leer con ellos es una de las mejores actividades de promoción de lectura. Discutir con ellos las lecturas, mantener un diálogo acerca de sus lecturas y de las nuestras, de sus intereses, un diálogo enriquecedor para ambas partes.



Por último, quiero referirme a un tema que considero de la mayor importancia: leer no es fácil. Cuando se trata de "venderles" a los niños y jóvenes esta idea, se corre uno de dos riesgos: el primero, dejarlos en lecturas que, por su precariedad en la presentación y contenidos, no les permiten enriquecimiento alguno. La mal llamada "lectura recreativa", que compite con los esquemas narrativos de la televisión, que presenta la realidad en forma esquemática y maniquea, y que construye personajes sin carne y hueso, héroes de papel sin ninguna complejidad, solo sirve para formar consumidores de otro producto comercial. El segundo riesgo es el de enfrentarlos, de buenas a primeras, a lecturas inaccesibles, por encima de sus capacidades y expectativas, que también desalentarían su interés. Los niños deben estar conscientes de que leer es más difícil que ver televisión, pero que produce mayores satisfacciones.



BIBLIOGRAFIA



Edwards, Angélica. Para leer, contar y conversar. Santiago de Chile, Editorial SM, 1996.



Reúne cuentos clásicos de la literatura infantil universal, además de "La hora del cuento", propuesta metodológica para acercar esos clásicos a niños y niñas a través de la conversación.



Pennac, Daniel. Como una novela. Bogotá, Editorial Norma, 1993.

Analiza la problemática de la lectura y propone un provocativo decálogo del lector, en el que se echan por tierra no pocos mitos, proclamando el derecho a no leer, a saltarse páginas, a no terminar un libro, a releer, a leer cualquier cosa y en cualquier parte.



Rodari, Gianni. Gramática de la fantasía: introducción al arte de inventar historias. Barcelona, Ediciones del Bronce, 1996.



Ameno y profundo ensayo acerca de la génesis de los cuentos, en el cual Rodari nos revela muchos de sus secretos como contador de historias. "Una propuesta para ponerla junto a cuantas tiendan a enriquecer de estímulos el ambiente en el que crece el niño."

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