martes, 24 de marzo de 2015

LA EDUCACIÓN Y EL AFECTO


Por: Alexandra Petrovic J.

La educación y el afecto
       El RAE (Real Academia Española, 2001) define Mentor cómo aquel que es consejero y guía, o que ejerce como ayo, persona encargada de custodiar niños o jóvenes y de cuidar de su crianza y educación, el término fue acuñado gracias a su mención en la Odisea de Homero, en la cual el consejero del joven príncipe Telémaco llevaba el nombre de Méntor, de ahí que se tome su nombre como referencia hacia aquel que orienta y guía a otro. Igualmente se conoce como mentoría a la relación entre el mentor y su discípulo o aprendiz, en la que el maestro siendo un sujeto de vasta erudición y experiencia confiere un soporte y apoyo psicosocial al mentoreado compartiendo con él sus experiencias, conocimientos y amistad.
       Cómo se ve, ya desde la antigüedad se manejaba el concepto del aprendizaje y la enseñanza gracias a una relación de mentoría de la cual los religiosos y pensadores de varias culturas hablaron, por ejemplo, los judíos veían la enseñanza como un proceso de mentoreo, en el Antiguo Testamento hay varios ejemplos, por mencionar uno se podría hablar a cerca de Moisés y Josué, Moisés como el maestro y Josué como su aprendiz, al fallecer Moisés el alumno ejercería su liderazgo aplicando todo lo que aprendió de su maestro. En el imaginario griego están los mejores ejemplos de vida aplicables a este estilo de enseñanza los más evidentes y conocidos están en la vida de Sócrates como maestro de Platón, y este a su vez de Aristóteles quién fungió como mentor de uno de los más grandes conquistadores del mundo antiguo, Alejandro Magno.
       Fue precisamente Platón quién al hablar de la enseñanza puso como ejemplo inequívoco de maestro a su mentor Sócrates, a quién por demás consideraba su amigo, y manifiesta la gran importancia de saber escoger bien al preceptor debido a que este sería quien cultive el alma del discípulo, desde entonces muchos han sido los pesadores que han apoyado a lo largo de la historia el acompañamiento pedagógico de un mentor que desarrolle un conjunto de acciones con el propósito de contribuir al aprendizaje y al proceso global de formación profesional del alumno, que en algunos casos puede tomarse también como una tutoría aunque es en realidad más compleja que ésta pues involucra una relación más familiar. En la mentoría, está presente el aspecto relacional recíproco, en el que el objetivo principal no deja de ser el crecimiento del espíritu y del alma del estudiante, una visión claramente clásica de la relación ideal entre maestro y discípulo en la educación de la virtud, pero también una visión que se ha venido perdiendo gracias a múltiples factores entre los que podrían mencionarse el ritmo vertiginoso al que se está sometido a diario, una sociedad cambiante que valora más lo material que lo espiritual, una generación con nuevos intereses distintos a los de sus generaciones predecesoras; sin embargo muy a pesar de esto las voces, como en la antigüedad clásica, se escuchan alzadas haciendo un llamado de atención a volver a los rudimentos del afecto y el amor fraternal durante las diferentes etapas del proceso de enseñanza aprendizaje, pues es necesaria una escuela para aprender a vivir, a compartir y a comunicarse.
       Para Platón no solo eran importantes los contenidos a impartir, sino la forma en cómo se darían a conocer, ese arte del maestro para llegar hasta el corazón del estudiante y trastocarlo desde dentro, desde sus emociones y sentimientos para formar al hombre superior, aquel que estará enseñado en valores de vida y para la vida.
       El ser humano a cualquier edad, pero especialmente en sus primigenios  años de vida y durante la formación de su personalidad necesita de afecto, para García  (García E. E., 2008) la emoción es científicamente comprobable pues provoca cambios físicos observables y comprobables como el aumento de las pulsaciones y la presión sanguínea, la aparición de las lágrimas y disfunciones respiratorias, la emoción es real y concreta, en la naturaleza humana primero existen las emociones y luego las palabras, primero el instinto y después la lógica, el afecto es a lo que el cerebro recurrirá cada vez que el individuo se encuentre en soledad, tristeza y pérdida, es gracias a él que los recuerdos son fijados y es absolutamente imprescindible en el desarrollo del individuo y de una sociedad sana llenar el tanque emocional a diario, sin embargo no todos pueden contar con el cuidado, la seguridad y el amor en el medio familiar, cabe entonces la pregunta: ¿y quién ha de suplir dicha necesidad?, los niños pasan más tiempo en la escuela que en la casa, se relacionan más con sus compañeros de clases que con sus hermanos de sangre, y comparten más horas del día con sus maestros que con sus padres, González (González, s.f.) afirma que es a través del afecto que el niño adquiere autoestima y desarrollará la seguridad que le permita alcanzar una autonomía personal, es de suma importancia entonces que se le brinde afecto armonioso al niño sin llegar al extremo de sobreprotegerlo o de ser permisivo con él, sino manteniendo un sano equilibrio que, como recordaremos de Pavlov, afirme y afiance las conductas operativas y sancione aquellas no operantes.
Por supuesto que lo ideal es que el niño reciba dicho afecto de sus padres, pero no debe olvidarse que el docente también se ha llamado “padre” y “madre” de sus alumnos durante mucho tiempo, sin embargo, algunos asumen este rol acercándose más al modelo represivo, aquel que corta las alas  y la confianza de sus discípulos, los que serán recordados junto a sentimientos de frustración, vergüenza e incluso odio, ¿no sería mejor que cuándo en el futuro alguien piense en sus maestros pueda evocar cariño, sinceridad y empatía?, ¿y que junto a eso vengan también a la mente las enseñanzas que de él aprendió para la vida?.
La violencia genera más violencia, no se puede pretender controlar a un grupo de estudiantes con gritos, críticas, burlas y vejaciones, estos métodos ya no funcionan con estos niños criados en medio de la explosión global, solamente empeorará las cosas.
Nuestra propuesta en cambio es distinta. Hay algo que nos quiere decir la violencia en las escuelas y que hemos dejado de escuchar en el permanente intento de extirparla de nuestros establecimientos. El límite que hemos establecido, no ha servido para frenarla… (García M. , 2005)

Ser parte de la formación de la personalidad de un pequeño ser es algo muy serio, no debe tomarse a la ligera, la responsabilidad social que conlleva ser un agente de cambio e influenciar, como dijeran los griegos, en la virtud.
Debe tomarse como un apostolado buscando las técnicas y los métodos con que quizás dejemos las mejores huellas en las almas y corazones de los estudiantes, huellas mas no cicatrices, con amor, con amistad, con afecto sincero por y para con los niños y adolescentes que están esperando por respeto y comprensión; es el maestro quien determina con su ingenio y humor diario el ambiente en el aula, es él quien puede hacerle la vida feliz o miserable a sus estudiantes, en definitiva, la calidad de las relaciones humanas serán o no el catalizador para hacer que se dé un ambiente adecuado  para la enseñanza y el aprendizaje.
El modelo de docente necesario es aquel que se oriente por el respeto y el afecto fraterno hacia las vidas que le han sido confiadas, que tenga claro que la información científica que posee está hoy al alcance de un clic, pero que la verdadera educación en valores y relaciones humanas para la vida es la que realmente importa dentro y fuera del aula.

 Bibliografía
García, E. E. (2008). ). Afecto en la educación. Completud y no complementareidad. Líneas psicopedagógicas para pensar la prevención del fracaso escolar. Obtenido de Fundación Dialnet: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2565924
García, M. (Mayo de 2005). Análisis cualitativo del discurso de estudiantes chilenos. Obtenido de Psyke: http://dx.doi.org/10.4067/S0718-22282005000100013
González, E. (s.f.). Educar en la afectividad. Obtenido de Universidad Complutense de Madrid: http://es.scribd.com/doc/90868276/12-Educar-en-La-Afectividad#scribd
Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española (22. ed.). Obtenido de http://www.rae.es/rae.html



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